martes, 20 de noviembre de 2007

Bizancio

Bizancio sufrió, como toda la Grecia, la tutela de Roma. La ciudad entró entonces en cierta decadencia, a pesar de que el tema de la pobreza de las ciudades griegas de Asia en esta época era un tópico.

Durante las Guerras Macedónicas, entre Roma y Filipo V, los romanos otorgaron a Bizancio el título de confederada, por su ayuda. Bizancio apeló a Roma para solucionar disputas internas, y los romanos enviaron a Pisón, más bien como conquistador que como aliado.

En año 191 adC la ciudad pasó a ser aliada de Roma, que la reconoció como ciudad libre, aunque posteriormente perdió dicho estatus (100 adC).

El emperador Claudio (10 adC-54) rebajó temporalmente el tributo de la ciudad por las pérdidas de esta en la guerra contra los tracios. Vespasiano (9-79) la incorporó a la provincia romana de Tracia.

El período antonino constituyó una época de apogeo económico, aunque la ciudad no recobró su pasado esplendor. La correspondencia de Trajano (53-117 adC) con Plinio el Joven, parece describir una ciudad desarrollada, cosmopolita, por la multitud de viajeros quienes se apretaban en los puertos y en los mercados. La ausencia de muchas ciudades importantes en Tracia justificó, probablemente, la política de los emperadores del siglo II. que aspiraban a urbanizar el interior de esta provincia considerada muy vasta y sobre todo salvaje. Vieja fundación griega, Bizancio apareció entonces como uno de los polos de helenismo local (con Perinto, sobre todo). Así es como los emperadores parece que velaron por la prosperidad de estas ciudades litorales en el siglo II.

Todo cambió, como consecuencia de la guerra civil que estalló tras el asesinato de Cómodo en el 192. En esta época, Bizancio se vio envuelta en la disputa entre el emperador romano Lucio Septimio Severo y Cayo Pescennio Níger, tomando partido por este último. Debido a esto, Severo sitió la ciudad, donde resistían los partidarios de Níger. Después de un asedio de tres años, memorable por la habilidad y la tenacidad del ataque, y sobre todo por la defensa, los bizantinos se rindieron. El vencedor, irritado, hizo masacrar a la guarnición y a los magistrados, saqueó y destruyó sus murallas y desmanteló la ciudad, la despojó de todos sus privilegios y dejó de tener un gobierno local; la dejó en el estado de una simple aldea, sometiéndola, con todos sus territorios, a la ciudad vecina y rival de Perinto, su metrópolis hasta Constantino.

Severo dejó Bizancio en tal estado de ruina y de desolación que según Dión Casio, historiador contemporáneo que la visitó en esa época, se habría podido pensar que había sido tomada no por los romanos, sino por los bárbaros.

Sin embargo, poco tiempo después el propio Severo, suavizó el castigo a instancias de su hijo Caracalla. La hizo reconstruir en gran parte, la embelleció con termas, pórticos y otros edificios y le dio el nombre de 'Augusta Antonina en honor de Caracalla. Caracalla restauró los derechos de la ciudad y de sus habitantes. El nuevo nombre no tuvo éxito y en cuanto Caracalla murió, la ciudad retomó su nombre original.

El papel de la ciudad se rodea de misterio durante el episodio de las incursiones godas (desde 238). Despojada de sus célebres murallas desde 196, Bizancio estaba sin defensa contra las expediciones de los bárbaros llegados por Tracia y por el Bósforo. Sin embargo, fue poco o nada golpeada por estas razzias, al contrario que muchas ciudades de la Propóntide. De hecho, se piensa que la ciudad concluyó algún acuerdo con los invasores.

El siglo III es un período poco documentado de la historia de la ciudad, aunque las fuentes habituales tales como Dión Casio, Herodiano y la Historia de Augusto se refieren a Bizancio a veces. La ciudad se encontró a menudo, en el camino de las diversas expediciones contra los partos, después contra sus sucesores, los persas, dirigidas por los emperadores. Conservó su privilegio de acuñación monetaria hasta el reinado de Galieno )253-260), quien se lo quitó lo mismo que a otras ciudades. Este privilegio mucho tiempo conservado testimonia cierta importancia de la ciudad.

Después fue reconstruida de nuevo, pero en 262 el emperador Galieno se volvió a ensañar con la ciudad. Ordenó una matanza de ciudadanos y todas las familias antiguas desaparecieron, excepto las que no se encontraban en la ciudad. Fue reconstruida poco tiempo después.

Bajo el sucesor de Galieno, Claudio II (emperador que gobernó sólo del 268-270), los bizantinos lucharon contra los godos.

Puesta en juego en las luchas entre los tetrarcas, que siguieron a la abdicación (305) de Diocleciano, se reforzaron las murallas de Bizancio y ésta tomó partido, sucesivamente por Maximino Daya (308-313) y el de Licinio (308-324), quien se retiró allí después de la batalla de Adrianópolis y fue asediado por Constantino hasta que la ciudad se rindió.

La primera iglesia de la ciudad se atribuye a Andrés el Apóstol, quien, según Orígenes, fue el primer obispo de la ciudad, aunque el cristianismo comenzó a extenderse con Constantino.

Constantino quedó como único emperador, en 324. Bizancio fue incluida en el proyecto de reajuste geográfico del imperio concretado por él. Entre 324 y 330, éste dio carta blanca a sus equipos de arquitectos y de decoradores para embellecer la vieja ciudad griega y darle el rango de residencia imperial. La ciudad fue adornada con numerosas obras de arte, seleccionadas y enviadas desde todas las provincias del imperio.
El 11 de mayo 330, se celebró la ceremonia que ratificó la creación de la ciudad de Constantino: Constantinópolis/Constantinopla

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